Un oasis de vida en el desierto

La primera vez que los naturalistas llegaron a Tenerife, no pudieron entender cómo, estando tan cerca del desierto del Sahara, la isla de Tenerife contenía tantos bosques y vegetación.  La cantidad de lluvia simplemente no era suficiente para sustentar tal ecosistema.  

Exploradores como Humboldt se dieron cuenta que los vientos alisios venían cargados de la humedad del océano. Una humedad que choca contra las montañas de Tenerife y, en zonas como las de Anaga, va ascendiendo en altura.  Cada 100 metros que sube la nube, la temperatura disminuye un grado centígrado, por lo que a partir de los 700 metros, toda esa nube se condensa en agua que es captada por la vegetación, gotea al suelo  y  llena los numerosos acuíferos de la isla.   

Mira de nuevo hacia el Noreste, porque es de allí, de esos vientos, de donde viene toda la vida a esta zona.  

Un oasis de vida en medio del desierto

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